RESCATAR, SUSTITUIR, PRESERVAR, ADECUAR. Cuatro conceptos particulares que a veces van de la mano.
La madera ha sido desde tiempos inmemorables, de los primeros materiales de construcción usados por la especie humana para elaborar herramientas, levantar refugios, construir viviendas y mobiliario. Es que se trata de un material fácil de obtener (incluso con siembra y cosecha de árboles) y de trabajar, además de ser elegante, relativamente resistente y que proyecta confort haciendo acogedor a un ambiente.
A pesar de todas sus ventajas, la madera tiene el inconveniente de ser biodegradable, pues, no es imperecedero al tiempo ni a la degeneración natural de sus fibras. La madera bien “secada” y tratada, y dependiendo de cómo se encuentra expuesta al ambiente puede durar décadas, sobrevivir un par de siglos o sólo permanecer unos años. Esto debido a que el uso y las condiciones como humedad, extremo calor, luz solar, insectos u otros factores pueden perjudicar su conservación original.
Cuando por motivos de encanto o apego, razones culturales o históricas, u otros objetivos (arquitectónicos, decorativos, por ejemplo) se desea conservar una pieza o ambiente armado con madera, es cuando entra en acción los conceptos y técnicas diversas de RESTAURACIÓN de este material. Aquí, las cuatro aristas básicas de este arte que guarda su propia complejidad práctica adosado al profundo conocimiento de la madera. Lo dicho:
1. RESCATAR. Se trata de tomar una pieza completa o la mayoría de un ambiente para iniciar un proceso de reparación con el objetivo de devolverle su estado y esplendor original. En los casos de construcciones o muebles de hasta un par de décadas –o un poco más incluso– no reviste un trabajo complicado, pues los procedimientos y materiales a usar serán relativamente contemporáneos. Tratándose de antigüedades, más aún con valor histórico, la técnica suele cambiar, pues se trata de imitar o reproducir técnicas en desuso, o emplear métodos actuales para conservar la pieza sin dañarla.
2. SUSTITUIR. En ocasiones, hay piezas que se han perdido o están en extremo desmejoradas, que no queda otro camino que reponerlas por una imitación. Acá lo importante es que se apegue al estilo que se está trabajando, en lo posible se usen similares materiales, se mantengan las métricas y que el resultado se mimetice con el conjunto final.
3. PRESERVAR. Hay ocasiones en que la restauración no apunta a devolverle la jovialidad a la madera, sino que busca tratar el ambiente o la pieza para mantenerlos en su estado actual de rusticidad o envejecimiento como una prueba del paso del tiempo, eso sí buscando que en lo futuro no sufra más deterioro. Como se puede percatar, es como congelar el tiempo para estos casos particulares, que a su manera suelen revestir un toque de gran elegancia y un legado.
4. ADECUAR. A veces hay piezas y edificaciones que se restauran para ser vistas, contempladas como prueba histórica por un apego familiar o un interés cultural. Pero en ocasiones, la restauración suele combinar lo nostálgico con lo práctico. Este es el caso en que se intenta conservar el estilo, incluso rescatarlo, pero la pieza o edificación debe ser adaptada para un uso diferente al original. Como ejemplos, pensemos en los antiguos conventos que hoy fungen como museos públicos, o casas históricas que han sobrevivido para ser transformadas en oficinas administrativas de alguna institución. En tales situaciones, inevitablemente habrá cosas que tendrán que desaparecer para dar paso a otras más aptas para el nuevo uso, poniendo énfasis –eso sí– en que el estilo debe conservar el alma del concepto original, proyectarse como un memorándum de otro tiempo.